lunes, 29 de noviembre de 2010

No recuerdo si llore cuatrocientas o cuatro mil veces.

Lo curioso de algunos amores es que solo podrían haber sido posibles en el momento exacto en el que aparecieron. Seguramente ahora me parecerías un chulo patético, un cabrón sin escrúpulos. Pero lo que me gustaba de ti era que parecías estar tan solo en el mundo y tan jodido como yo. Cuando me/te perdiste creía que estaba perdiendo una parte de mí que ya nunca recuperaría. No recuerdo si lloré cuatrocientas o cuatro mil noches, solo recuerdo que sobreviví meses enteros en los que me costó encontrar una buena razón para levantarme por las mañanas. Con el tiempo entendí que la mejor parte de los recuerdos me la llevé yo, y que eso era lo único que podría agradecerte, aunque la levadura del tiempo haya multiplicado algo que quizá nunca fue, porque puede que nunca hayamos sido. Creé capas y escudos y empecé un viaje sin rumbo con trasbordos de éxito nulo... nadie tenía tus ojos. Pero ya sabes lo que dicen del tiempo y el olvido.

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